Buenas tardes amigazos del garage, vuelvo hoy, después de
luengos momentos fuera del ordenador; para traerles a este man: Bingo Reyna.
Seguro lo conocen porque ustedes son cultos, conocen de historia y aprecian la
buena música. Características, todas, que descubro en el álbum que les comparto
hoy.
Con todo, nobleza obliga – y el debido respeto a este, mi
lugar en el mundo; exhorta – hacer una pequeña reseña sobre quién es este
muchacho y qué hizo por la música que tanto amamos.
Bingo Reyna se inició con Jackie y los Ciclones. A la
vera de versiones clásicas y descollantes estándares yanquis cosió su técnica
musical hasta emigrar a Beto y Los
Huracanes (Beto, por si no lo sabías es el reverendo Cacho Castaña). Ahí
desplegó la técnica del garaje y el fuzz. Luego, cuando comprendió que sus
horizontes musicales se desarrollaban por otros lares, abandonó el concepto de
banda y se hizo solista. Y le fue bastante bien, grabó varios discos hasta el
70. Todos con buenas versiones y correctas dosis de fuzz (cuánto te agradezco
esto, Bingo). Después, con el advenimiento de la noche y los sicarios de la
picana; Bingo se exilió en EEUU (no sé si será esa la mejor opción, friend).
Ya no volvió por esta tierra.
Ni siquiera sabemos si está vivo.
Una pena,
sería interesante saber más.
Con todo, amigazos, creo fundamental rescatar y difundir
el gran trabajo que hizo este tipo por el desarrollo de la guitarra eléctrica
en Argentina (técnicamente hablando, claro) y lo mucho que ayudó al género del
rock en el país y el continente. Así que acá se los dejo para vuestro deleite,
para que anochezcáis agitando un vaso de whisky y construyendo rebeldía. Bingo Reyna.