17/5/15

César y sus Senadores - Simple (1964)

Hoy les traigo un simple que constituye toda la discografía de esta ignota y oscura banda que les comparto hoy: César & sus Senadores. Quiso el tiempo que estos muchachos perduraran más allá de la brevedad de su existencia. Por eso posibilitó esta cinta.
Quiso también que Lomas le pasara a José Kortozircuito y que él a mí. Y yo a ustedes. Pero en pedazos, carneado. Porque sepan que soy argentino. Y acá agarramos a los bichos y los seccionamos en muchas partes. Cortes le decimos. Y es para hacer asado. Símbolo gastronómico por excelencia del ser nacional. Y yo no soy un tipo nacionalista. Pero me doy cuenta que hay aspectos de mi cultura que disfruto mucho. Como comer asado. Aunque sé que sufren mucho las vaquitas cuando las matan. Pero en vez de oponerme férreo en mis convicciones distraigo el pensamiento. O lo atiborro de placeres mundanos. Así lo anestesio. Así me anestesio. Lo sé.
Y sin embargo doy pelea por otro lado: soy obsesivo del cuidado del agua (no activista que es mucho compromiso  para el tiempo libre y ya lo tengo comprometido con mi familia y el arte). No pocas veces le he pegado a los vecinos porque estaban regando la vereda. O peor, la calle.
Virtudes y miserias. Dones y defectos. Eso somos según yo entiendo amigos. Y por qué estas palabras de honda reflexión se estarán preguntando amigos. Y yo les cuento: hoy he sido víctima de uno de mis peores defectos, la soberbia. Sí amigos, vuestro servidor, vuestro amigable blogger Wirtis es soberbio.
Las cosas se dieron así. Estaba yo saliendo de la casa de una chica que conocí anoche, marcha atrás, para  tomar el camino a comer el asado del Domingo con la familia. Cuando subí al auto noté que me habían wasapeado los vagos. Como siempre me olvido si no lo reviso de inmediato; me puse a ver qué querían. El auto ya estaba en marcha. Súbito, mientras mi mirada reconstruía significados de lo que ahí, en la pantalla decía, sentí un topetón de atrás. Ágil levanté la mirada y vi que atrás mío, un tipo estaba metiendo el auto de en el puente. Arrullándome a mí en su torpe locomoción. Muy airoso me bajé a ver qué le pasaba a ese ser. Y fue ahí que entendí lo torpe que había sido: en mi distracción por mirar el celular había dejado en punto muerto el auto que, por física, se había desplazado hacia atrás tocando a un auto que estaba en un puente. Y ahí temí: ¡no! Cerré la puerta del auto con la llave adentro…! Y sí, eso había hecho. Y el cierre centralizado (maldita paranoia capitalista), había hecho el resto. Vencido, evidenciado en mi estupidez tuve que llamarla a Emma y pedirle su angelical auxilio. Y así fue, al rato llegó con su papá y me asistieron con la llave de repuesto que tenemos en casa.

Bien amigos, he ahí mi historia perdedora de hoy. También queda acá esta belleza para que vuestros oídos se solacen en el crudo garaje. César y sus Senadores.