Buenas noches amigos. El día 29 de Enero mi blog cumplió años.
Cinco en esta ocasión. Resulta inevitable pensar cómo se ha mantenido.
Pronto resuelvo que ustedes son la causa: pasan tanto por
acá – así como aves de rapiña en pos de la carne muerta que les ofrezco - que me hacen funcional a blogger. Por eso no
me cierran.
Gracias amigos. Gracias por dejarme creer.
Obvio que traigo “algo” para festejar, “algo” amargo y
gomoso como sé que les gusta. Algo potente porque te levanta pero también peligroso
porque te abraza fuerte como vicio instaurado. Les hablo de Los Grillos,
chicos. La mítica y legendaria banda de Bolivia que mixturó, en los primeros
setentas, el rock progresivo y ácido con la instrumentación andina, tan propia
de nosotros, los que vivimos al borde en el cordón rocoso.
Historiemos:
Los Grillos se formaron en 1967. Como todos en el mundo
querían sonar como The Beatles o The Rolling Stones. Por eso empezaron con covers. En este disquito que les ofrezco hoy, en esta
pequeña gema, van a encontrar cuatro hermosas versiones. La mayor curiosidad,
por lo menos a quienes no están familiarizados con el garaje punk, es “Has pasado a la historia”, que no es
otra que la clásica “Out of time”
de The Rolling Stones. No obstante, las más lindas para mí, son “La tarara”
y “El desengaño”.
Los Grillos son una
banda interesante porque empiezan en el garaje punk y, a fuerza de experimentación y curiosidad,
devienen en una banda progresiva, de folk sicodélico cuyos símiles más cercanos
son los chilenos Jaivas o los argentinos
Malón (no el grupo pedorro de heavy,
no me ofendan por favor, me refiero a la banda del setenta).
No sé si fue casualidad, no sé si fue intencional, ya no
sé. Pero fundé Garagelatino el 29 de Enero de 2009. La fecha coincide con el
cumpleaños de mi mamá. Ese día, de ese año ella hubiese cumplido 61 años. Pero
mi mamá se murió en 1997. Así es que ese día fue otro aniversario de lo que ya
no es, aunque permanece aquí. Y es de eso de lo que quiero hablar, de cómo – de
algún modo, aunque mal no sea una relación forzada y maquinada por mi afiebrada
imaginación – fue que ese día, tratando de esquivar el recuerdo o festejando
una existencia que tanto me marcó; inauguré Garagelatino y una puerta que creía
vedada se abrió.
Más allá del hecho obvio de que solo es un blog, de que
solo vale como lugar de referencia para el garaje latinoamericano y solo para
algunos melómanos borrachos y drogones; para mí Garagelatino significa mucho. Primero
que nada porque me animó a escribir (con todo el temor que conlleva exponerse a
la mirada del otro) y, luego – cuando las palmadas en el hombro llegaron,
cuando ustedes me dijeron que sí, que les caía relativamente bien lo que
digo/escribo – entender que sí se puede, que todo consiste en “HACER”. De
repente me vi animado a escribir cuentos y poemas y, lo más loco, me encontré
publicando algunas de esas cosas. Y entendí de qué hablaba mi mamá cuando me
decía que en la vida hay que hacer.
Y es así porque fue ella quien me enseñó a amar el arte
en general y la literatura en particular. De ahí lo simbólico de que todo haya
empezado el día de su cumple.
Ella nunca me dijo lee esto o escuchá aquello, no amigos.
Cuando era chico la veía siempre leer libros, revistas y textos varios. Las mañanas
eran de música. Música de todo tipo, porque ponía a The Beatles, Sol y Lluvia,
la Negra Sosa y cualquier melodía que, de una u otra forma escupiera en la cara
del sistema. Recuerdo también que siempre dejaba la revista HUMOR a los pies de
la cama o en el baño, luego, cuando yo entraba, me deleitaba largos ratos leyendo
textos que en su momento no entendí pero que después, cuando tuve ciertos
criterios y dogmas de conducta; comprendí cuánto habían incidido en mí.
Siempre he estado y estoy muy orgulloso de la madre que
tengo. Aunque ya no está acá conmigo, aunque la ausencia sea profunda, dolorosa
y constante. Estoy eternamente agradecido de su voz, de su amor y de su carisma
porque en 18 años – tan poco estuvo conmigo – me enseñó de la libertad, me
enseñó del amor al prójimo y me mostró que vivir de rodillas no es trabajar
para este o aquel, no, vivir de rodillas es traicionarse
a uno mismo y no hacer
lo que queremos hacer.
Escribir esto me sume en lágrimas, me trae recuerdos, me
patea el alma porque es de nuevo evocar una presencia que es ausencia. De 17
años amigos. 17 años que no veo a mi mamá. 17 años que no digo “Mamá”. A veces
trato de articular la palabra en voz alta, a veces trato de pensar que está acá
y que me va a venir a recibir cuando llegue pero no, solo es silencio, solo es
una palabra que se me atora en la garganta y me duele.
Me fui. Perdón. Les quería hablar de esa relación que
percibo, ese símbolo que construyo y que dice que de algún modo mi mamá me dio
ese empujón que necesitaba para salir de la sombra, ese símbolo que levanto
como una pared que me guarece del hambre y del frío, de los golpes y del
destino que se empeñaron en hacerme creer que no podía, que no era para mí. Y
ella, rebelde como siempre, contestataria por antonomasia me dijo: “Vos podés
hacer lo que quieras hijo, solo tenés que hacerlo”. Y yo trato mamá, trato como
me enseñaste.
Gracias al gran maestro Wilmer porque todo el rock boliche que tengo se lo debe a él y, en consecuencia, ustedes también.