Hoy les traigo un
simple que constituye toda la discografía de esta ignota y oscura banda que les
comparto hoy: César & sus Senadores. Quiso el tiempo que estos muchachos
perduraran más allá de la brevedad de su existencia. Por eso posibilitó esta
cinta.
Quiso también que Lomas
le pasara a José Kortozircuito y que él a mí. Y yo a ustedes. Pero en pedazos,
carneado. Porque sepan que soy argentino. Y acá agarramos a los bichos y los
seccionamos en muchas partes. Cortes le decimos. Y es para hacer asado. Símbolo
gastronómico por excelencia del ser nacional. Y yo no soy un tipo nacionalista.
Pero me doy cuenta que hay aspectos de mi cultura que disfruto mucho. Como comer
asado. Aunque sé que sufren mucho las vaquitas cuando las matan. Pero en vez de
oponerme férreo en mis convicciones distraigo el pensamiento. O lo atiborro de
placeres mundanos. Así lo anestesio. Así me anestesio. Lo sé.
Y sin embargo doy
pelea por otro lado: soy obsesivo del cuidado del agua (no activista que es
mucho compromiso para el tiempo libre y
ya lo tengo comprometido con mi familia y el arte). No pocas veces le he pegado
a los vecinos porque estaban regando la vereda. O peor, la calle.
Virtudes y
miserias. Dones y defectos. Eso somos según yo entiendo amigos. Y por qué estas
palabras de honda reflexión se estarán preguntando amigos. Y yo les cuento: hoy
he sido víctima de uno de mis peores defectos, la soberbia. Sí amigos, vuestro
servidor, vuestro amigable blogger Wirtis es soberbio.
Las cosas se dieron
así. Estaba yo saliendo de la casa de una chica que conocí anoche, marcha
atrás, para tomar el camino a comer el
asado del Domingo con la familia. Cuando subí al auto noté que me habían
wasapeado los vagos. Como siempre me olvido si no lo reviso de inmediato; me
puse a ver qué querían. El auto ya estaba en marcha. Súbito, mientras mi mirada
reconstruía significados de lo que ahí, en la pantalla decía, sentí un topetón
de atrás. Ágil levanté la mirada y vi que atrás mío, un tipo estaba metiendo el
auto de en el puente. Arrullándome a mí en su torpe locomoción. Muy airoso me
bajé a ver qué le pasaba a ese ser. Y fue ahí que entendí lo torpe que había
sido: en mi distracción por mirar el celular había dejado en punto muerto el
auto que, por física, se había desplazado hacia atrás tocando a un auto que
estaba en un puente. Y ahí temí: ¡no! Cerré la puerta del auto con la llave
adentro…! Y sí, eso había hecho. Y el cierre centralizado (maldita paranoia capitalista),
había hecho el resto. Vencido, evidenciado en mi estupidez tuve que llamarla a
Emma y pedirle su angelical auxilio. Y así fue, al rato llegó con su papá y me
asistieron con la llave de repuesto que tenemos en casa.
Bien amigos, he ahí
mi historia perdedora de hoy. También queda acá esta belleza para que vuestros
oídos se solacen en el crudo garaje. César y sus Senadores.